viernes, 29 de octubre de 2010

Todo hace


Ruidos por doquier.
Ruidos que delatan que algo está pasando, que algo está sonando y algo está siendo activado.
Ruidos de cuatro hielos que chocan mientras estiro mi espalda y suena una sinfonía percutiva de agua dura y huesos que friccionan.
Sonidos, ruidos. La música natural es un ruido articulado por lo oído y la mente.
Ruidos de roídos, viento en la persiana, me muevo de la silla y hago otra vez...
Ruido. De motores lejanos que se conducen en la madrugada. Alguien quiere que su motor suene fuerte para hacerle saber a los demás de su existencia. Es su estrategia.
Ruidos ruidosos y ruidos silenciosos. ¡No hagas ruido! El ruido se hace a si mismo.
El ruido se inventa cuando me rasco la cabeza y siento los dedos que hacen ruido sobre mi cuero cabelludo.
Ruidos reídos, estentóreos.
Hace ruido el viento, la heladera al abrir y cerrar,
estas teclas, el tabaco que se quema, el vaso al apoyarse,
ruido es mi bufido, Y hacen ruido las banderas que se caen,
y el grillo aunque no quiera.
Hace ruido al dibujar el lápiz, y la tijera cuando cumple su función,
¿y qué de ese hermoso ruido del vidrio al romperse?
No nos olvidemos del ruido que se disfraza de murmullo.
De esos dos agitados en la cama que dan envidia a los vecinos.
Y el ruido que se disfraza de tempo en un reloj que nos desvela.
El ruido que todo el tiempo nos acompaña.
El ruido que nos hace parecer que algo, finalmente, está sonando.