domingo, 5 de febrero de 2006

Puertas.


Abrir las puertas tanto como cerrarlas es una cuestión de principios, los que la abren pensando en que encontrarán la realización de sus vidas son los mas propensos a encontrarse con un desengaño.... lo cual no quiere decir que siempre sea así, las excepciones existen y no creo que alguien pueda negarlo. Y los otros, los que se encuentran abriendo y cerrando sin tener esos principios que paradójicamente son tan valorados, solo encuentran lo mismo que los primeros solo que en menor medida, es menos factible que puedan desengañarse, lo cual no quita el invariable desengaño.

Tu existes como la sombra del árbol milenario que existirá por siempre, albergarás toda esa oscuridad que hace descansar del sol a los pastos, pero también tendrás esa luz que vence en una batalla de desencuentros al que pierde su amor primigenio, ese que necesita de los rayos para confiar en el mañana.

No siempre nos encontraremos en el mismo lugar. A veces nos cruzaremos en la calle atestada de gente, otras tantas veces (que son la más cantidad) nos veremos mientras caminamos los senderos del recuerdo y de las noches solitarias. Pero existen unas veces que son sombrías, y esas son las veces en las que más deseo tengo de encontrarte, y esas veces tienen la característica de imaginación sin recuerdos aparentes, solo recuerdos inconscientes sin apariencia, y en esos momentos te veo como una copa que se rebalsa y que después es bebida, que en unos instantes está colmada de invasiones cariñosas y que después es solo un atisbo de posibles realidades.


Yo no sé eso que tu sabes, pero no sabes que yo no lo sé.

viernes, 3 de febrero de 2006

Llorar

Ya que estamos, yo también voy a citar un poema. Es de Oliverio Girondo. Y ya que estamos también enumera distintas formas de hacer algo.

18

Llorar a lágrima viva. Llorar a chorros. Llorar la digestión. Llorar el sueño. Llorar ante las puertas y los puertos. Llorar de amabilidad y de amarillo.

Abrir las canillas, las compuertas del llanto. Empaparnos el alma, la camiseta. Inundar las veredas y los paseos, y salvarnos, a nado, de nuestro llanto.

Asistir a los cursos de antropología, llorando. Festejar los cumpleaños familiares, llorando. Atravesar el África, llorando.

Llorar como un cacuy, como un cocodrilo... si es verdad que los cacuies y los cocodrilos no dejan nunca de llorar.

Llorarlo todo, pero llorarlo bien. Llorarlo con la nariz, con las rodillas. Llorarlo por el ombligo, por la boca.

Llorar de amor, de hastío, de alegría. Llorar de frac, de flato, de flacura. Llorar improvisando, de memoria. ¡Llorar todo el insomnio y todo el día!