domingo, 30 de marzo de 2008

Hablar demasiado.

Cansado ya de ver el imaginario popular vertido en dos frentes, el gobierno o el campo, el campo o el gobierno, me hago cargo de lo que me toca, todos imbéciles, Estúpidos. Los campos han sido regidos por gobiernos y los gobiernos han sido influenciados por el campo. Entiendo la democracia como una falsedad pragmática, la democracia teórica es la que existe, la democracia práctica es tan utópica como el paraíso. El poder gobierna tanto al gobierno democrático como al campo como a cualquier clase de subordinación. No somos libres, ni en cuba ni en europa ni en ningún lugar. La libertad no existe más que como modo, la libertad no es un objeto que poseen algunos, la libertad no es ni una cualidad de el ser individual, la libertad es falsa, el pensamiento es mentiroso, nadie abarca todo el conocimiento, nadie tiene la verdad. Nadie muere por morir en este mundo, nadie tiene el poder de proclamarse libre y serlo realmente, nadie elije la verdad o la mentira. Nadie gana sin haber perdido la pérdida. Nadie pierde sin haber ganado la pérdida. Nadie es inocente, nadie es todo.

El hombre vive su vida, busca formas para vivir la vida de otros y finalmente no hace ninguna de las dos cosas. El gobierno busca vivir de una mentira, el campo miente para vivir la mentira del gobierno, entonces el gobierno intenta vivir de la mentira del campo y ninguno acaba por vivir su vida. Es que son lo mismo. Nadie vive la vida de si mismo cuando mata la suya.



Iba en busca de los bólidos, para enfrente tener la paciencia de los fotógrafos y detrás la soltura de una mano que abrigara la familia inconsciente de la ausencia. Porque la ausencia es una familia, queda claro, e inconsciente por cierto. El silencio que podía llegar a oír no era ruido, el silencio que podía llegar a ver era ausencia, escasez de palabras quizás. Tantas explicaciones que pueden haber surcado unos seis segundos de tiempo a pié, quizás si hubiera estado en un colectivo como la vez anterior no habría oído nada. Los colectivos tienen esa particularidad, las palabras también. Estamos ausentes. Y me pregunto cuál será el final.

Al principio no creí que fuera el aguardiente. La bebida puede hacerte mal ocho años después de haberla bebido. Después supe que no era el aguardiente ni la mariguana, ni el whisky ni el tabaco. Lo supe la semana pasada, es la música la que te miente. La música te mima y te corrompe, te desangra y te abandona, te susurra y te ama. La música es una pregunta cuando quieres ver el cuerpo, la pregunta es un cuerpo cuando sientes la música.

Llegué abstraído, condenado por el cansancio, absuelto por la ausencia. Pasé por ahí porque no llegué a morirme antes y después fue demasiado tarde, demasiada gente viviendo mi vida y ya no era lindo morirse, no era estético ni tierno. Yo era mi piso, aguantaba mis pisadas, moría en cada paso y me mataba en cada vereda.

No lo supe, se que no lo sabré. Pero aquel momento fue un desastre sin explicación. Toqué mi mano y toqué una mano, tragué años de penas en la mentira, agonicé dos cuadras y te oí decir que dentro de este horror no hay literatura. Las gotas no dolían en la cama. No duelen. Llueven. Llovían…

Lo vi, hasta lo miré, tuve el tiempo en mis narices, lo escondí, lo maté y lo resucité, me hirió cuando me miró, me miró estando yo herido, lo herí y me nombró, estoy seguro. Me señaló cuando pasé, me viste, me fui viéndome. Me vi cambiándote…