lunes, 30 de julio de 2007

De rodillas


Por consiguiente, declaro ante el tribunal marcial, mi rendición indeclinable.
En un tiempo no muy remoto, comenzaba la guerra entre mis sentidos comunes (y no tanto) y lo absolutamente inevitable de este mundo. Por si Ud., su señoría, no lograse comprender mis fundamentos, me refiero puntualmente al paso del tiempo y al deterioro de las ideas.
El reloj no siempre acompaña nuestro tiempo, decía un iniciado guerrero.
La situación era insostenible:
Belleza,
calor,
pasión,
ilusión,
fuego,
paranoia,
paz,
éxtasis,
placer,
miedo,
deleite,
desolación,
congoja,
seducción,
plenitud,
vacío,
complemento,
suplemento,
devoción,
sabor,
fricción,
explosión,
desgaste
y añoro
eran sus armas. Mientras yo solamente pretendía imponer mi voluntad.
Esta batalla desatada, no tiene a mi persona como vencedor. Es inútil luchar, contra lo imposible.
He caído en las garras de la bestia sin nombre, atrapado en sus fauces candentes. Su ferocidad abraza y comprime fuertemente toda mi humanidad.
Imposibilitado de continuar con mi combate, depongo mis armas y quedo a la espera de su acto más salvaje.

¡Piedad!.