Es como una resaca de asfalto, un tedio inimaginable de imágenes repetidas y negras que aíslan el mundo y lo saborean hasta el palito. Te lo dije antes de ir, después de haber ido, no se puede venir. Escasea la simplicidad, empieza el ojo a tener lagañas de smog y venas moradas que se ramifican en la blancura de la pared inquebrantable, ese vidrio macizo que impide ver la ficción -porque vamos al caso de que ya nadie puede negar la realidad-, esa pelea eterna entre lo que es y lo que se ve.
La objetable capacidad de cerrar las puertas junto a la incertidumbre de ver los mitos paseando por esa habitación tan cuidada de globos y amor paterno esmerilan los ventanales de una penumbra que aguarda dentro del llanto el momento propicio para fragmentar el secreto. Solo saber la dualidad de las esferas primigenias y sucumbir a los grabados designios del misterio, con algo de lógica y con mucho de suerte, hace abrir esa cáscara podrida de donde se auspician las futuras tempestades. A favor la ingenuidad y la siniestra cara de la locura, enfrente la verdad roída por el tiempo y las conjeturas de quien es más bello. Cómo si eso tuviera asidero en el concepto de libertad, cómo si elegir lo más bello fuera elegir bien, como si elegir bien fuera auténtico de la inexperiencia, como si ser libre fuera el primer paso hacia el encierro.
Esa búsqueda eterna del mejor, esa apatía por la simplicidad, ese sabor amargo de la noche sin el susurro del vándalo despierto que intenta definir incansablemente sin pedir nada a cambio. Esa loable lucha para que un ideal escénico y simétrico y estético que se presenta como rutina haga un ruido tal al despedazarse que aturda la conciencia.
2 comentarios:
Es como una resaca de asfalto, eso esta buenísimo!
muy, muy buenìsmo.... còmo disfruto este blog ad infinitum... algùn drìa me animarè a la propuesta...
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