lunes, 30 de marzo de 2015

Changes

El viaje inicia en cualquier momento, ahí cuando estás mirando para cualquier lado, cuando la atención está puesta en otro camino, con un mapa erróneo y la brújula descompuesta.

Siempre que se avanza, los aparejos comienzan a ponerse tensos y el camino se siente denso.

—Vamos hacia allá. Dijeron desde la cubierta.
—El viento no sopla a nuestro favor. Dijo el contramaestre.
—Solo al final sabremos hacia dónde vamos. Dijo el capitán.

Y así comenzó el nuevo periplo de un grupo de aventureros que ansiaban dejar las costas tranquilas y salir en busca de nuevos horizontes.
La ansiedad se apodera de los navegantes en todo momento. Todos buscan llegar aunque no sepan hacia dónde van. Olvidan disfrutar el paisaje, olvidan observar las olas y los delfines que los acompañan. Olvidan lo más importante, dejar fluir el viaje.

Todo el objetivo se pone en peligro cuando los imponderables de la naturaleza comienzan a acechar la ruta transitada.
Monstruos, dragones, olas gigantes y vendavales que amenazan con desviar la confianza que se tiene en la nave.

El viento sopla fuerte y el mástil parece quebrarse.
—Rápido, ¡apuntalen!
—¡Remen, empujen, sigan!
Palabras de aliento de un capitán que ha perdido la fe y no sabe hacia dónde ir.

El peligro pasará, claro. Una vez que el plan B comience a tomar forma, por supuesto.
Pero, mientras tanto, lo que se escucha en la mente de todos sigue siendo lo mismo.

¿En qué momento nos engañamos creyendo que tenemos el control?

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