miércoles, 22 de marzo de 2006

Et le soleil ne le sait pas (transición)


Y si mientras más camino se ajusta el dogal en mi garganta.
Y si me quedo quietecito me pasan la lengua los grillos.
Y si te aprisiono no estas libre.
Y si estas libre no te sujeto con fuerza.
Si el grito que hago es escandaloso.
Si las curdas son cada vez más deprimentes.
Que la emoción más dulce fue que se cayó el azúcar.
Que la ultima vez que dije que no, me remacharon una bala de desprecio.
El lugar más raro que conocí fue mi propia cama.
Las palabras más hermosas se las dije a un río de lava.
Que últimamente está carísimo el recuerdo.
Que ya me quedé sin vino y calesitas otra vez.
Si ya perdí la vergüenza de verme desnudo
Si ni siquiera le conocía y le dije que no saliera con el pelo mojado.
Y si me miraba, te juro que me rendía.
Y si no les mentí, pero tampoco dije nada.
Y si quedé crucificado en la cordillera de su espalda.
Y si vieras lo que puede ser un asesino sin balas.

jueves, 16 de marzo de 2006

Planos

El taxi se detuvo sin más señas que una bocanada de humo que expelió mi deseo de que no te fueras... simplemente perdido entre tantos dientes y voces de cuna, miré como un sector de mi plano arquitectónico se llevaba el placer a la penitencia de la lujuria, con castigos y lamentos inútiles. Pensé que tal vez Francia, Paris y la Sorbona se quemaban emanando el perfume que incita a cambiar la demencia lógica de los pueblos quietos. Pero no, o tal vez si, pero de otra forma. Consuelo de la ausencia ha quedado el mensaje estampado en los libros íntimos de mi inconstante sentir perdido. Deportivo la Coruña fuera de la final, miles de costumbres fuera de la guerra del amor, muertos los que combaten y vivos los que cuentan sus aventuras mentirosas. Y el taxi partió sin que perjudicara mi impresión del momento, y con esas luces blancas y sus colores amarillos se fue la eterna dialéctica del tenerte, la dualidad de la presencia y las palabras limpias y abrasadoras de tu istmo fáustico.

Rompiendo los bares llenos de historia, comprendiendo el venir de las sorpresas y el ir de las epopeyas que suceden en el templo del temor cuando me miras... destruyendo, creando nuevas perspectivas y sanando las viejas heridas del futuro...

Qué pensar con este cielo gris de noche sin niebla y unas pocas ramas templadas temblando de otoño y desnudas sobre la ventana de la locura. Olvidarme de aquella revolución y de los confines oscuros de las nuevas sublevaciones que apean tus rojas pestañas uniéndolas en el secreto de la noche, que en unos momentos será música y se encontrará con el amanecer como sospechoso del asesinato de tus sueños. Cómo pensar en la calle, cómo sentir en este lugar tan ciego de estrellas rotas y cómo darse cuenta que el taxi te lleva hasta mi casa recién cuando me he mudado y salgo a buscar cigarrillos en una ciudad que permite los alejamientos, las ausencias y las tristezas de Paris sin ser Paris, y con un boceto del mundo desprotegido y lleno de puentes que no comunican lugares sino primeras impresiones del deseo.

Todavía no llueve... no llueve como debería... quizás me empape... y tal vez me esconda en el rincón donde tu no llores.... llorando...

miércoles, 15 de marzo de 2006

Quinientos rodantes

















¿Por qué tengo que seguir sobre la noche montado en un caballo sin pelo?
¿Por qué mi lengua no mide una milla y es tan solo unos metros?
¿Por qué debo cuidarme de decir que no hay mundo sin mí?
¿Por qué debo comprender arquitecturas gloriosas de palabras si los que me la relatan tan solo pueden mostrar chozas de ramas débiles y cañas verdes?
¿Por qué deber es mostrar y no solo hacer?
¿Por qué hay discursos y no actos?
¿Por qué sueño el color que tendrán los gusanos de tu cuerpo?
¿Por qué no sirve de nada montar en un insecto y marchar a enfriar al sol?
Luces azuladas de día entrando en las oficinas del séptimo piso.
¿Por qué tantos peros, esos espermas agrios que nunca llegan al óvulo de la esperanza?
¿Por qué tantos helicópteros?
¿Por qué no acudimos desnudos a los sepelios?
¿Por qué los más preparados me parecen idiotas?
¿Por qué a un hombre lujurioso como yo le toca una analista del tipo de las que llevarías una semana a una hostería de montaña para coger hasta que los órganos se pongan azules y ardan como lastimadura de ramas?
¿Por qué no entiendo nada?
Escuchen: libertinos seremos, no libres dentro del cuartel intelectual
Ni señor comisario, ni comisario del pueblo
¿Por qué mi mano anida unas cuantas fichas que nadie puede ver?
¿Por además no ven ese as en mi manga?
¿Por qué me tenes miedo?
¿Por qué no me lo queres decir?
¿Por qué el átomo y la ojiva son los amantes de la última quijada de la hamburguesa nuclear?
¿Por qué mi reino esta tan lejos?
¿Por qué es mejor el enemigo que el amigo?
¿Por qué es costoso costearse la costa?
Oh mares verdes, puertos de especias, sabores de oriente.
¿Por qué camino mitad aquí mitad en ciudades antiguas?
¿Por qué no entienden que los saltos del pez biomecánico están contados? Y también los del pez de escamas de un solo color.
¿Por qué?
¿Acaso no se ve?.
¿Por qué no queres aceptar que mi cara de trueno, mi carne de fauno, mis huesos de héroe están tan golpeados como los tuyos?
¿Por qué vi con fascinación aviones escupiendo fuegos y jinetes saltando las murallas de mi ciudad?
Dime que miedo tienes y te diré en que partido debes afiliarte.
O que libros convertir en Biblia.
¿Por qué nosotros aún buscamos el Necronomicon?
Dime algo en latín, habla en griego y huiremos a Delfos.
¿Porquéseseparanlaspalabras? ¿Por qué los números son palabras y no solo letras?
¿Por qué nadie se da cuenta que no hay nadie en este mundo que no este exento del pecado de contradicción? Por mi culpa, por la tuya, por mi gran culpa… (y por la tuya)
Porque ¿Por qué?.
¿Porque los marcos donde se dibujan como acuarelas en tus palabras es todo?,
Arder es todo,
Arder
sin más colores que las oscuras llamas,
sin más líquidos que la sangre.
Pregúntate siempre todo y todo el tiempo
y si te respondes
y no hay más preguntas
entonces volve a cero.

sábado, 11 de marzo de 2006

Tu verás, lloveré...

No nos vimos el viernes a la tarde, quizás porque tuvimos la impresión de conocernos de madrugada. Un sábado a la madrugada, el sábado que ocurrió después del viernes en que no nos conocíamos y que también fueron jueves y miércoles y sábados pero siempre desde el pasado. Durante eternas horas soñé con que te conocía, que conocía el futuro, una sensación que me toca en las madrugadas, y que siempre me termina haciendo olvidar de lo importante. Viajé por un camino oníricamente dulce y lúcido, con algunos pasos sobre el café, la geografía de las mudanzas y los recuerdos con la niñez de cerca. Soñé sin dormir, sin el descansar de los pensamientos y las cosas. Te conocí verde, bailaste azul y también lila, hablamos rojo, gris y naranja, rozamos las manos púrpuras y nos miramos tontamente, a la hora de irnos nació el negro, pensé que tal vez estabas de luto. Hasta que volví a casa y me acosté, en ese instante comencé a soñar dormido. En ese sueño, no tenías nombre, en los sueños suele pasar eso, tu nombre podía ser cualquier nombre, pero recuerdo que estaba tranquilo y feliz porque no pasaría eso de que tu nombre sea cualquier mujer. Al despertarme, ya no quise soñar más... busqué por todos los rincones un dato que me dirija hacia tu sueño, pués deseaba conocerlo. Aunque creo que mi mayor deseo era habitar en él. Pasaron vientos que derribaron hojas, en ellas quise buscar la cuerda que me llevase a una de tus clases. Después pasaron humos, hermanos e hijos del agua, siempre estaba el café arrimando la música del fuego crepuscular que te posee.

No estaba seguro de quererte, cuando llegaron las sombras misteriosas de tu ausencia. Y allí estuve envuelto sin ganas intentando descifrar los largos epitafios de los recuerdos en que participabas. Ya sin más tiempo que el espacio vacío de realidades, la presencia tumultuosa y ruidosa convive con el olvido de las palabras. Y sin embargo, ayer soñé una pirámide que tenía de aristas tus ojos repitiéndose interminablemente hasta el desierto, soñé un viaje que tenía misteriosos lugares simulando tu cuerpo, y soñé un agudo sonido rompiendo del amanecer y pidiendo susurros en la ventana. Solo sueños... hasta que abrí los ojos una madrugada y después de intentar recordar los colores del mundo mismo, con esos pasajes de libros entreabiertos suavizando la agonía de los extremos, tan filosos y cercanos que hasta tú puedes caer en ellos, ví cómo una témpera se deslizaba de mi mano.

Me pareció oír que me hablaste semánticamente sobre los poderes, los del amor y los otros... “ No le eches agua a estas flores, ya están muertas”, todavía está pintado como un graffiti pero en el aire cuando entro a salvar los eucaliptos plantados en la cama. Imposible no verlo, no sentirlo, no intentarlo. Imposible no, verlo no, sentirlo no, intentarlo y punto. Una sensación como de desalojo sin violencia, o con algo de placer y deseo violento que se termina perdiendo en el hecho mismo de la mañana rota, destruida en las sábanas, desordenada con un orden propio de la noche; con los inventos esparcidos en la vereda mientras miramos los árboles. Quién ama realmente no duda. Como si tú o como si este tonto atónito hubiera inventado el amor, o en su descarte la duda, o los principios fundamentales por los que la melodía del recuerdo es la canción que vivimos en estos instantes. Ya no te encuentro, quizás el tiempo de buscarte ahora se llama revolución, atajos, escondites y fuego que calmo sin quererlo. Soñando las madrugadas, mezclando los colores, inventando recuerdos, mirando el mar y las leyendas que escribes en mi arena. Pincel, Pincelito... no me pintes más...