En una pared blanca de la habitación al lado del escritorio y de la cama destendida, escrito con rojo por sobre el cuerpo tranquilo y aún tibio se leía claramente: "El dolor no ha matado la utopía".
Quizás nunca estuviste tan en lo cierto...
y ahora que grabo en la piel las cintas y las copas
no encuentro un destino más propicio
que se encuentre tan lejos de los mundos
y tan cerca de las ficciones
que niegue la suerte de los espacios
y mate con una caricia el tiempo.
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