martes, 20 de diciembre de 2005

Tragedia de Heldin Ariaz

Un día, hace ya un tiempo, una persona se acerca a su habitual lugar. Le pregunta unas cosas. Todo parece quedar ahí. Pero era solo el comienzo de una gran odisea.
Los días pasan, y éste personaje sigue en su letargo mental, hasta que la heroína nuevamente decide despertarlo.
Esta vez le enseña unos manuscritos. ¡Los diálogos perdidos!. Eran eso mismo. Diálogos entre héroes.
El personaje admira semejante belleza literaria y se queda perplejo, sin nada que decir.
Una nueva palabra había aprendido. ¡Silencio!. Ese que buscó durante tanto tiempo, sin darse cuenta lo había encontrado.
El mutismo que causó la lectura. Esa afonía, que más adelante se transformaría completamente.
Este hombrecillo, que llamaremos Dünn, se retira de la biblioteca pensando, divagando, recreando el momento.
Llega a su placido hogar, calienta la cena y se recuesta en su lecho.
Heldin, la heroína de este cuento, continúa en su lectura. Se retira a su claustro, a derramar palabras con sus condescendientes.
Ahí estaban ellas, anonadadas ante las cosas que Heldin contaba. Pues, ¡nunca antes esto había sucedido!.
Heldin, tenía una ilusión. Ella proyectaba sus sueños hacia su rey. Poniéndolo en un pedestal dorado que enceguecía a todo aquel que intentara acercarse. Lo envolvía en preciosos mantos repletos de rubíes y piedras brillantes. Estaba tan embellecido que ni siquiera Heldin sabía que había tras tal riqueza.
Un lapso pequeño de tiempo después, sucede lo inesperado.
Dünn, absolutamente falto de realidad decide acercarse a Heldin. Ella estaba lejos, no tenían contacto visual, pero ambos lograban comunicarse. Utilizando la magia, podían sentirse cerca.
Heldin decía lo que él necesitaba escuchar para acercarse a esta realidad y Dünn, en un acto de valentía pide a Heldin que puedan dejar de lado la magia y encontrarse uno con el otro, en el mundo real.
Ella accede a su desesperado pedido y se cruzan en un mítico camino.
Esa noche, fue la gloriosa noche que todos recordaremos como el “Solsticio”.
Los protagonistas tienen una extensa conversación de temas muy diversos. Deciden que es tiempo de retornar sus respectivos lugares, pero Dünn es invitado a ingresar al claustro.
Acepta sin dudarlo, se sienta, piensa unos minutos y comienza a despertar. Ve que ese silencio que antes consiguiera, era un pequeño indicio de lo que el destino deparaba para su futuro.
Dünn hace caso omiso a las señales que se le estaban presentado, decide seguir afuera de la realidad.
Luego de ese pequeño lapsus, Dünn siente la necesidad de hacer algo. Se arma de coraje, toma con ambas manos a Heldin (de su bello rostro) y la besa apasionadamente. Un mágico beso.
Heldin recuerda sus momentos en los que embellecía a su rey y ve como éste comienza a desvanecerse.
Heldin estaba asustada pero tampoco le hace caso a estas repentinas señales.
Pasan juntos la noche, unidos por un abrazo eterno.
La vida sigue con su curso, Heldin sigue preguntándose el por qué de este desvanecimiento parcial de su rey.
No comprende las razones, no puede pensar en otra cosa que no sea en eso.
Dünn aun dormido se comporta extrañamente. Pobre necio, ¡no sabe lo que tiene ante sus ojos!.
Debido a su idiota comportamiento, Heldin decide retornar hacia sus orígenes. Hacia la fuente de la vida, de donde ella provenía.
Dünn queda solo en el banal ruido, aturdido.
En un momento de claridad comienza a despertar.
Se da cuenta que había conocido la continuación del silencio. Toma conciencia de la magnánima odisea en la que emprendió viaje sin darse cuenta.
Dünn, sin saberlo, estaba mas cerca de lo que nadie había llegado jamás. Estaba dotado de poder.
Tenía la posibilidad de destronar al rey. De acabar con un gobierno que muchos consideran una tiranía.
Lamentablemente ya era tarde. Heldin, al encontrarse a los pies de la fuente, consigue devolverle al rey lo que era suyo: el poder, la grandeza, su gobierno.
Regresa al mundanal bullicio y, al encontrarse con Dünn, le explica todo lo sucedido en su viaje.
Dünn no comprende absolutamente nada. El había despertado, consiguiendo lo que nadie pudo, lograr al menos desvanecer la imagen del rey.
Por desgracia, y como todos ya sabemos, despertó demasiado tarde.
Los días pasan y Dünn no puede quedarse así.
Elige luchar contra la tiranía. Prefiere arrojarse al vacío. Meter su cabeza en las fauces del feroz león.
Pobre Dünn, sabia como eran las cosas pero incluso así, decidió involucrarse en la lucha.
Heldin le abre las puertas del Edén a éste terco Dünn.
A partir de este momento Dünn se siente tan cerca del sol, siente que puede tocar el cielo, siente tantas cosas hermosas (casi tan hermosas como la misma Heldin), que olvida por completo su lucha y cree que Dios le ha sonreído por una vez.
Como siempre, el mal hace su aparición. Las cosas entre Heldin y Dünn se complican. El rey ejerce demasiada presión.
Heldin, confundida, decide dejar de lado a Dünn. No consigue aclarar sus ideas y se aleja.
Nuevamente, Dünn no comprende. Sigue luchando, inmerso en una oscuridad que lo envuelve todo.
Estas actitudes de Dünn complican a Heldin hasta el punto que nuevamente ve como su rey se desvanece. Abre, una vez más las puertas del Edén.
Pero el mal estaba ahí, acechando. Una situación muy simple llega a convertirse en martirio. Dünn encubre detalles de esta situación.
Pero Heldin, muy zagas, advierte la falta de conectores y descubre a Dünn en su ridículo intento de ocultar elementos.
Se rompe la llave, pero esta vez por culpa entera de Dünn. ¿Cómo puede llegar a pensar en hacer lo que hizo?. ¿Quien pretende que es, ocultando cosas?. Eso deberia haberlo dejado para un rey, que por algo esta en el lugar que se encuentra. El rey sabe lo que hace.
Rota por dentro, Heldin se retira a su claustro absolutamente desilusionada de Dünn. Ella creía que él era tan especial.
Lo que Heldin no sabía era que Dünn había ocultado estos detalles porque pensaba que la situación era demasiado compleja (culpa del mal que acechó, ¡la situación era muy simple!) y que se iba a malinterpretar.
Lo que se interpreto fue, efectivamente, la actitud de Dünn. Un entupido intento de querer controlar la situación.
Heldin perdona a Dünn. Pero nada seria como antes.
Estuvieron juntos (con pequeñas interrupciones) durante un tiempo, contando a partir del Solsticio.
Dünn había conseguido su suelo. Sentía que estaba en tierra firme. Ya nada podía pasarle, ya que Dios le convidaba sonrisas, había hecho que Heldin se cruzase en su camino...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

me gustó mucho esto...
Abrazos...

Flacote dijo...

¡Gracias papá!